Y morirme contigo si te matas
Me he podido quejar de muchas cosas de mis padres, incluso públicamente, pero nunca podré decir una palabra fea de la educación y de las oportunidades que tuve con ellos.
No solo basta con nacer en el lugar adecuado, tener un entorno adecuado y asistir a los mejores colegios.
Siempre he amado la naturaleza del agua. Le tenía verdadero pánico en mi pueblo, ya que cuando vi el Dique del Burgo, con 2 o 3 años, esa imagen quedó grabada en mi cabeza. No solo puedes sentir curiosidad por lo peligroso, sino también fascinación por cómo la naturaleza pone las cosas en su sitio.
Dispuse de un laboratorio de pruebas, donde pasaba mis días sin querer salir con los amigos del colegio o del pueblo, porque mis padres no solo me enseñaron por medio de palabras o medios materiales. Y siempre, tanto a mi hermana como a mí, nos daba pánico el carbón de los Reyes Magos, a pesar de haber tenido el libro de juguetes de El Corte Inglés rondando por la casa desde septiembre, octubre o cuando fuese que lo publicasen.
Aprendí mucho de la mecánica de fluidos no solo por las pajitas, el papel de aluminio sobre los cubos cada vez más grandes —que incluso llegué a laminar en una alberca pequeña con ellos para combatir el frío de las dos piscinas de la casa—, y luego, con 12 años, me inventé una suerte de motor térmico que evaporaba el agua en cubos superiores.
Pero todo baja y también todo vuelve a su cauce.
Una de las canciones más bonitas de Pau Donés es Agua, de su primer disco, y todas las referencias a las que hace mención en toda su discografía, de cómo el agua le impactó al haber crecido en parte en los Pirineos. No es una canción de amor al uso, sino un himno de amor a la naturaleza.
Si hay algo de lo que aprendí de Andrés es lo difícil que la vida puede ser cuando no tienes las oportunidades justas, o no naces en el lugar adecuado, o simplemente estás en el lugar inadecuado en la fecha y hora inadecuadas. Pero eso lo aprendí de su observación.
Nunca tuvo el valor de hablar una palabra mala o ruin de una familia que le daba la espalda.
El mayor regalo que la vida, y que uno debe hacerse, es permanecer en el barco, aunque sea un velero o un kayak bajando la corriente.
Siempre hay algo más grande: un río más grande, un mar, un grano de arena, e incluso un mundo nuevo sin conocer. El amazonas o el pacífico son prueba de ellos.