La realidad no es perfecta, tampoco te pertenece ni le pertenece a nadie. Es una suma, un sumatorio que acrecienta o disminuye nuestras percepciones sobre nosotros y el mundo.
Cuando los factores negativos se multiplican, y con la ansiedad —algo puramente subjetivo y que solo existe en nuestro interior—, tendemos a llevar nuestra realidad al lugar equivocado. La tristeza, aunque necesaria para que los cambios aparezcan, no es buena en demasía, y periodos prolongados pueden llevarnos a la depresión.
La depresión no es más que la depreciación más absoluta de nosotros como personas, reduciendo nuestro valor a casi cero. El problema de la depresión es que es una enfermedad donde se siente mucho dolor interior, un dolor que a veces, silencioso, no hace llamadas de auxilio. Puede adoptar determinaciones victimistas que incluso nos lleven por delante.
Por eso, la realidad debe ser controlada, al menos en parte. Debemos elegir nuestro camino, rodearnos de buenas energías y tener siempre objetivos manejables en el horizonte.
Ayer me desperté muy cansado, apenas sin dormir, fruto del tremendo calor que estamos viviendo este verano en España. Si ayer hubiera tenido que tomar alguna decisión, mi estado no era el óptimo, al igual que cuando estamos "en caliente" no debemos decidir nada, sobre todo si hay relaciones de por medio.
Por ello, la forma de estar alineados con nuestra realidad en primera persona es siempre cuidándonos a nosotros mismos, porque una mente enferma nunca llegará lejos. Si tenemos problemas de ese tipo, priorizar la salud física para mejorar lo de dentro.
La realidad también es lo que perciben los demás, e incluso como sociedad tenemos una realidad común. Por eso volvemos a las sumas del principio.
Entonces, lo que ayer pensábamos que era verdad sobre Pedro, ¿lo será para él también?
Un Tejido de Percepciones
Así, la realidad se revela como una compleja red de percepciones individuales y colectivas. Tu "verdad" sobre Pedro es tan válida como la suya, y es en ese reconocimiento de múltiples perspectivas donde reside la verdadera riqueza. Al comprender que la realidad es un constructo compartido, se nos abre la puerta a la empatía y a la posibilidad de construir puentes, de sumar y no de restar, para que la realidad de todos sea un lugar donde el valor humano nunca se deprecie.
Y es precisamente en este entendimiento que podemos, paradójicamente, adaptar el destino a nuestro favor. El destino no es una fuerza inamovible que nos arrastra, sino la suma de las decisiones y percepciones que tomamos momento a momento. Si nuestra realidad interna se alinea con la búsqueda de bienestar, de crecimiento y de conexiones significativas, el camino que se traza delante de nosotros inevitablemente reflejará esas intenciones. No se trata de controlar cada evento externo, sino de modelar nuestra respuesta a ellos, eligiendo siempre la perspectiva que nos empodera y nos acerca a la versión más plena de nosotros mismos. Porque, al final, nuestra realidad no es solo lo que vemos, sino lo que decidimos creer y construir, día tras día.
Y es lo único que realmente importa.