Reformular creencias para hacernos libres
El sufrimiento puede estar arraigado en nosotros cuando nuestro esquema de creencias opera como filtros invisibles que nos arrastran.
Creer en uno mismo
La primera creencia que debemos orientar es la fe en nosotros mismos y en cómo construir un camino y sentido que te haga dar pasos más fácilmente cuando no todo es de color de rosa.
Las creencias son ideas que damos por verdaderas. Están fuertemente vinculadas a nuestro subconsciente y a nuestros hábitos.
Cuando pensamos que somos capaces de adaptarnos a los cambios es porque lo creemos, y por ello será más sencillo el día a día que si creemos que no somos suficientes.
Exponerse
Exponerse es abrirse al sufrimiento. No todo sufrimiento tiene que verse como algo negativo, sino como una experiencia gratificante de la que poder obtener enseñanzas útiles.
Cuando nos exponemos a cambios en nuestra vida amorosa, por ejemplo, nos estamos exponiendo al rechazo o a las rupturas sentimentales.
Cuando incluimos en nuestra vida el deporte, nos exponemos a poder sufrir una lesión.
Cuando hablamos con nuestros seres queridos, nos exponemos a que nos corrijan o nos digan cosas que no nos gusta oír.
El sufrimiento está siempre ahí, pero en diferentes grados, y son las creencias las que nos pueden sacar el pie del barro cuando todo parece que va mal. Siempre habrá motivos para creer.
Además, el sufrimiento no está presente en todas nuestras realidades, y la forma de cambiarlas es reformulándolas.
Puede que tengamos creencias de base que no nos permiten avanzar, que son erróneas y que, quizás, son heredadas. No hemos elegido creerlas porque sí, sino fruto de nuestra educación o de comportamientos fuertemente arraigados desde una edad temprana.
Cuestiónate
Y cuestiona tus creencias; puede que te lleves una sorpresa grata cuando planteamos la duda hasta que sostengamos nuevas evidencias que nos hagan dar por verdaderas nuestras reformulaciones.
Cuando nos critican, es momento de revisar qué estamos haciendo mal.
Los fracasos no definen nuestro valor, sino que lo acrecentan.
El éxito es algo que tiene muchos caminos y muchos tiempos.
El verter más posibilidades en nuestros axiomas nos hace más fuertes y resistentes al cambio.
El hábito hace al monje
Los hábitos no nacen del vacío, sino de la acción. Y la acción siempre es contraria al sufrimiento.
Podemos cambiar nuestras creencias sustituyendo nuestros hábitos por otros mejorados.
Las creencias también alimentan a los hábitos.
Ejemplos de creencias inválidas:
“No soy constante, nunca termino lo que empiezo.”
“No valgo lo suficiente para cuidar de mí.”
“Necesito estar siempre ocupado.”
“Ya lo haré mañana.”
Los hábitos son la repetición sistemática de una respuesta, y esa respuesta viene regida por la narrativa que la legitima.
Cambiar hábitos sin modificar esa narrativa es como podar ramas sin tocar la raíz: volverán a crecer.
La fórmula oculta:
Creencia → Emoción → Decisión → Acción → Hábito
Y si la acción se repite, refuerza a su vez la creencia. Es un bucle. Si crees que no vales, evitas exponerte. Al evitarte, no generas pruebas de tu valor. Al no generarlas, la creencia se refuerza.
Romper el bucle
Es necesario que nuestra voz interior interfiera en nuestros malos pensamientos, que influyen en nuestras creencias y, por tanto, en nuestro modo de ver la vida.
Si comenzamos a pensar diferente, terminaremos por actuar diferente, y es en la diferencia donde nacen nuevos dogmas, que, seguidos de constancia, pueden hacernos crecer en la dirección que elijamos.