Los demonios que no cesan
Escribo simplemente como terapia, en un intento de serenarme. ¿Qué he hecho mal? ¿Qué podría haber hecho mejor? ¿Por qué dije eso?
Nuestra mente nos invade de frases que esconden prácticamente un fusil de asalto para querer tumbarnos, en un intento (o no tanto) de renegar de lo que dijimos, de ofendernos por lo que no hicimos, o por lo que sí hicimos.
¿Eres una víctima? Yo también. Ella también. Él también. Ellos también.
Vivimos en un mundo turbulento, con prisas, que no se compadece por el otro, pero siempre quiere encontrar una responsabilidad ajena, en un intento propio por querer cegarse.
Hasta que llega un momento que la culpa te invade, nos pasa a todos. No hace falta tener ningún trastorno, ni ninguna enfermedad en eso que te sobresale por encima del cuello.
A lo hecho pecho. Hay que ser consecuente con los actos de cada uno, ser auténtico, pero con mesura.
Existimos las personas que sí que preferimos pedir una disculpa, aunque a veces las situaciones nos puedan y las palabras nos vomiten.
Es lo que hay, todos somos tóxicos en algún momento y a todos nos contaminan. Espero que la próxima sepa medir.
Buscando una rima encontré mis mejores momentos, también me llevé unos versos y montones de recuerdos.
Lo que ocurre es que vamos sumando expectativas, quizás en donde menos las hay. Quizás a veces con uno mismo, y muchas otras veces con los demás.
Somos títeres de nosotros, al igual que títeres de los demás.
Y voy sumando demonios, y voy sintiendo lo mismo.
¿Para qué engañarse? ¿Tú también?