Los cambios desde dentro
Un amigo una vez me dijo, y recuerdo cómo lo recalcó, que las personas no cambian.
Es un tema que suelo tratar aquí, ya que a lo largo de mi vida he sido capaz de hacer cambios profundos en mi vida y en mi forma de pensar, además de en mi actitud frente al mañana.
Este mismo amigo era el que decía que yo era de los pocos a los que leer les servía para algo. Según él —y hablo de cuando éramos más jóvenes—, yo, para comenzar algo nuevo, aprender en profundidad y llegar a la raíz, leía mucho. Él se sorprendía de eso, ya que en su opinión a veces aprendía más con el diálogo y hablando con expertos en la materia.
Pienso que todo el saber ya está escrito y, aunque queda muchísimo avance en las ciencias, en los últimos siglos hemos sentado las bases para que la innovación crezca de manera exponencial y seamos testigos de ello.
La comunicación y el acceso al conocimiento
Pero el conocimiento, el saber, la historia que se repite y las situaciones que riman, que han confeccionado la cultura moderna que hoy tenemos, no siempre se han podido transmitir de forma tan ágil. Los que aún recordamos las cabinas telefónicas y los faxes, así como la correspondencia frecuente, sabemos que la comunicación actual es increíblemente rápida para la historia del ser humano.
Y quizás antes cambiar era un lujo. Nacer en una familia pobre te condenaba a ser pobre toda la vida, y nacer de padre herrero, aparte de heredar su profesión, te permitía heredar su pequeño negocio.
Nunca hemos sido capaces de tanto con tan poco. Además, seguro que todos los que estáis leyendo esto sois protagonistas de algún cambio que os marcó y sois testigos de otros en vuestras personas cercanas.
Mi propio viaje de transformación
Hasta hace relativamente no mucho, algunas personas me decían lo delgado que me había quedado. Llegué a pesar 120 kg y ahora que supero por poco los 80, me veo ansioso porque creo que estoy por encima de mi peso.
Pero de nada me va a servir hacer deporte por hacerlo, o comer a veces mejor.
Es como los estereotipos de la gente que va al gimnasio:
Los apasionados: Hay quienes van porque realmente les gustan los hierros y disfrutan sus ejercicios, centrándose en la técnica y el perfeccionamiento.
Los enfocados en el resultado: Personas que van simplemente porque quieren tener un cuerpo bonito o más trabajado, pero el mero hecho de ir no les gusta; tratan de suavizar sus sesiones con música o, últimamente, escuchando podcasts.
Los sociales: Luego están las personas que van a hacer vida social al gimnasio y los ves siempre hablando en vez de estar enfocados en sus ejercicios. Aquí se incluyen muchos del grupo anterior, pero son raros los del grupo 1, que son una especie de "frikis" del fitness que no solo lo hacen por verse más guapos.
Los que no perseveran: El último grupo: los que se apuntan, van un día, no vuelven y dejan la suscripción corriendo.
El gimnasio y el entrenamiento de fuerza son, como todo, un área vasta de conocimiento multidisciplinar que requiere un buen dominio de ciertos aspectos, y si realmente te gusta, aparte de experimentarlo, debes aprender de otros, ya sea mediante lecturas, formación audiovisual o en persona en todas sus formas.
No perdí casi 50 kg de mi peso yendo ni un día al gimnasio. Simplemente introduje un nuevo factor en mi vida, algo que yo quería tener y cuidar: un perro. Eso me llevó a tener una vida un pelín más activa, poco a poco fui dejando atrás malos hábitos alimenticios y, en cosa de más de un año, fui una persona nueva.
¿Y ese cambio me inspiró? Por supuesto. ¿Pero todos los gordos que adoptan perros adelgazan? Creo que no todos; algunos quizás sí.
Lo importante fue que el cambio que tanto tiempo deseaba hacer en mí se encontró con una herramienta fundamental que retroalimentaba mi ambición.
El poder de comenzar
Lo importante es simplemente comenzar a hacer cambios y con ellos encontrar la motivación interior, así como las herramientas que los permitan.
¿Cuáles crees que son esas herramientas que fortalecerán tu siguiente cambio?