Lo que el Amazonas dará
Estoy haciendo un viaje en barco entre Manaos y Tabatinga, la triple frontera fluvial con Colombia y Perú.
Mañana llegaré a puerto y, aunque me traje un Starlink, venía con el propósito de escribir mucho y, quizás, tener un libro que publicar.
Cada vez me doy más de bruces contra la promesa que se erige como un muro entre ese libro y yo: no quiero publicar poesía como primer libro, sino una novela.
Pero una buena novela no se construye en semanas. A pesar de haber escrito mucho material y de cincelar otros textos que ya tenía, hace unos meses llegué a la conclusión de que, si lanzaba Migro, sería para dedicarme a él con gran empeño durante dos años, cuidando todos los detalles posibles, gestionando y creando todo lo que estuviera a mi alcance y contando con grandes socios.
Un buen libro necesita su tiempo, y dedicarle menos de un año a algo tan importante me parece complicado.
Así que, para seguir avanzando hacia un libro, tendría que restarle dedicación a Migro. Escribo en los ratos libres que la inteligencia artificial me deja, a veces, tranquilos entre las tareas de desarrollo de una app cada vez más cercana a producción y mejor testeada.
Creo que es mucho más difícil sacar una app production-grade que publicar un libro. Migro es un negocio disruptivo con el que no tengo prisas, pero en cuya implementación quiero ahorrar hasta el último céntimo, sobre todo después de unos años complicados y resultados nulos.
Pienso que las empresas del futuro serán pequeñas: unos cuantos controlando a sus IAs y agentes, porque ya existen compañías de ese tipo que atraen cientos de millones de inversión y facturan más de cien millones mensuales. Son los nuevos ultramega-SaaS.
Hacia eso nos dirigimos, y lo veo como algo positivo: la productividad aumentará, las empresas serán más rentables, con mayores márgenes y costes fijos reducidos al máximo.
Además, la IA permitirá explotar nichos que quizá antes no se podían aprovechar.
Volviendo al río Amazonas, tierra de vida y fertilidad, comparto algunas cosas que he visto.
Hasta ahora no he observado gran deforestación, solo en Manaos, donde han creado áreas de cultivo; pero los locales suelen plantar en tierras empantanadas: palmeras, arroz, plataneras y muchos otros cultivos. No lo percibí como deforestación al uso, sino como agricultura en humedales formados por los afluentes del Amazonas.
El exceso de oxígeno se nota, sobre todo viniendo de São Paulo, una ciudad muy contaminada.
Los ritmos circadianos se respetan al máximo: el sol sale poco antes de las 6, y a esa hora se sirve el desayuno en el barco. A las 10:30 llaman para almorzar y se cena a las 16:30. A las 19 ya es noche cerrada.
Los monos saltan en grupo de copa en copa. Los delfines se concentran en los puertos. Se pierde la cuenta de las diferentes especies de aves que se avistan.
Desde este lugar privilegiado, en un viaje que me está encantando a pesar de llevar una semana en el barco, os envío saludos, esperando que tengáis éxito en vuestros proyectos actuales.