Hágase tu voluntad
La comunicación asertiva es cada vez menos frecuente a pesar de la híper comunicación en la que vivimos como sociedad.
A pesar de los esfuerzos que se hacen en redes para tener un mensaje que rime con todo, que tenga una chispa de motivación y otra de historia propia, a pesar de todo eso, de esa suavidad artificial, un vez que la retroalimentación y el diálogo dejan atrás el discurso, todo muda.
El sentimiento que subyace, fluye hacia arriba sin remedio y todo lo que se escondía, se torna visible.
El problema es que no solo se trata de influencers baratos, o de empresas de poca monta, sino que se ve fácilmente en personas realmente influyentes y en empresas que disponen de recursos más que suficientes para tener departamentos bien coordinados.
Claro, la asertivividad entonces no es que sea cara, es que es difícil. Una cualidad que calma al agresivo y hace hablar a los sumisos. Una cualidad que se adquiere no solo con la práctica, sino con la experiencia de haber tenido situaciones desagradables que no se quieran revivir.
Un entrenamiento que no solo necesita de empatía y de respeto, sino de responsabilidad.
Sí, responsabilidad. Porque ser asertivo es mostrarse responsable con uno mismo y con el grupo.
Entonces, ¿debemos hacer cumplir la voluntad ajena y errada? ¿debemos de evitar el conflicto a base de ceder?
¿Debemos de aceptar una negociación a la primera de cambio o alargarla lo máximo en un muestra de poco respeto ajeno?
¿Es hora de que calmemos los ánimos sin elevar el tono, sonriendo y pausadamente?
¿Es hora ya? ¿En redes o físicamente?