Este pez ya no muere por mi boca
En la letra de Sabina, el verso es contrario a la primera persona, este pez ya no muere por tu boca, y continúa así: este loco se va con otra loca, estos ojos no lloran más por ti…
¿Pero cómo que nuestras palabras no acaben en boca ajena sin haberlas pronunciado antes?
El pez debe morir en nuestra boca, tenía que ser nosotros los que nos libremos de nuestras lindeces, soberbias, ofensas, palabras carísimas y huecas, y todo aquello que nos reste el valor y la sabiduría de que callar, y callar a tiempo puede ser una valiosa herramienta.
Se podría no dedicar una entrada, sino un libro a reseñar los versos de nuestro Dylan español, tan sabio que a veces rezuma de una mezcla de la literatura de grandes como Vallejo en la melancolía que inspira, o el amor y la pasión, de tanto Neruda como García Márquez, quien este ultimo suele resumirlo todo en brillantes apostillas en sus novelas.
Aunque sería una comparación gigante y quizás odiosa al mismo tiempo, pocos autores han destilado tanto conocimiento de nuestra cultura como el poeta de Úbeda en lo contemporáneo, y en sus líneas siempre se podrá observar la sencillez con la que Quevedo retrataba la hipérbole de la sociedad de su época, así como en Cervantes, que encuentra en la ironía la mejor manera de contar historias desnudas y tristes.
Así que terminemos con otra enseñanza condensada de Sabina, cantante que no tuvo miedo de cantar cualquier estilo con éxito, desde su rap inspirador, rockero con ritmo y mucha lírica potente con la que no solo ha podido, escribir una gran obra de canciones para él, sino también para muchos artistas de su generación. Siempre quedará en la memoria, nunca en el olvido.
Porque ya nos dijo que:
Hay quien dice que fui yo, el primero en olvidar.
Perdonar primero y bien, siempre será un acierto y más si lo es con uno mismo. Por eso es de tontos recordar las equivocaciones de otros y aún más reseñarlas.
Pero cuando ya se dejado pasar al pez, hemos hablado, hemos hablado sobre lo ajeno para otros, ¿ahora qué?
Y cómo huir, cuando no quedan islas para naufragar; es lo que suele pasar cuando dejamos que los peces no mueran en nuestra boca y sigan nadando. Quizás haya que evitarlo.