El mundo no es nuestro hogar: parte 1 de 2
Cómo la raza humana ha logrado domesticar la hostilidad de nuestro planeta ha sido a base de conocimiento.
Crear conocimiento es progresar. El ser humano, que cada vez progresa más rápido, ha sabido apalancarse sobre lo que mejor sabe hacer: tecnología a través de su ingenio.
La curiosidad del saber nos ha llevado a domesticar un mundo en el que casi todo nos es hostil:
El clima: somos de las pocas criaturas que necesitan ropa y refugio constante para sobrevivir. Tanto el frío como el calor nos condicionan enormemente.
Aun en condiciones ideales, estamos siempre en riesgo: aunque a simple vista algunas regiones de nuestro planeta tienen las condiciones perfectas para la vida humana —clima templado, acceso al agua, suelo fértil—, esta sensación de seguridad puede ser superficial.
Leves alteraciones climáticas pueden ser suficientes para provocar enormes sequías, heladas inesperadas o tormentas frecuentes que destrocen cosechas.
Nuevas enfermedades: pueden surgir en cualquier momento, y prueba de ello es nuestra reciente historia moderna y sus pestes.
Eventos geológicos: de los que es casi imposible prevenirse: terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas han devastado civilizaciones enteras.
La estabilidad aparente no es la regla, sino una excepción temporal.
La Tierra no es un sistema diseñado para favorecer nuestra existencia; simplemente hemos aparecido en un momento histórico en el que las condiciones son propicias para que nosotros estemos presentes. Y, aun así, las condiciones requieren de un esfuerzo constante para mantenerse.
Pero este esfuerzo es nuestra razón de ser, y es por eso que nuestro sentido existencial como sociedad es únicamente el progreso, que solo se mide hacia adelante.
Así que, si alguna vez te encuentras perdido, pregúntate en qué puedes avanzar tú mismo como persona y hallarás grandes respuestas.
Somos, por tanto, seres frágiles con soluciones frágiles que vivimos en una lucha activa contra nuestro entorno.
Continuará.