¡Con matices, eh!
Cuando ayer escribí sobre el déficit fiscal, no se debe tomar al pie de la letra, sino como una introducción a la idea de que la economía privada es muy dependiente del gasto público.
Estoy a favor, evidentemente, de un déficit público controlado. Estudios sitúan el punto óptimo en fijar el déficit en un 2%. De hecho, pensémoslo bien: ese déficit sostenido fue el que nos sacó de la grave crisis de 2008.
Pero la situación desde el COVID está empeorando. Tener un déficit bajo y unos tipos cercanos a 0 o incluso negativos ayuda plenamente al crecimiento económico.
Pero también estoy en contra de que los tipos de interés puedan ser negativos, como lo fueron durante casi una década. Endeudarse no puede ser gratis; endeudarse es tomar riesgos, y sea la entidad que sea —grande, gigante o pequeña— debe retribuir con intereses positivos lo prestado.
Porque cuando suceden cosas de ese tipo, no todos juegan con las mismas cartas.
Hoy en día, en España, un país de grandes corporaciones bancarias, están recogiendo todos los beneficios que sembraron con hipotecas ultra bajas a tipos variables, y que durante años fueron concediendo.
Con la gran inflación creada durante el COVID y reflejada en la economía en 2022 —espero que no os engañen diciendo que fue la guerra de Ucrania—, se hicieron transferencias monetarias e impresiones de dinero que llegaron directamente a los consumidores en muchos lugares. La masa monetaria global creció desmedidamente, y a tipos insignificantes, lo cual promovió un aumento de los precios global que ha provocado desigualdades en los países más pobres e impagos en los más avanzados.
El ajuste sufrido tras el aumento de la inflación en algunos sitios, tal como experimenté el año pasado en Perú —un país con mucha pobreza y pocas posibilidades, que solo tiene Lima como polo económico—, hizo que muchas personas tuvieran que emplearse hasta en tres trabajos al mismo tiempo. Fruto de ello, sectores como el taxi experimentaron un aumento de la oferta, porque al no haber regulación, cualquiera puede ser taxista allí, y eso bajó los precios del transporte en taxi a niveles aún más bajos de lo que yo pagaba por moverme en taxi en el norte de Perú en 2019.
Esta historia nos sirve para darnos cuenta de lo sensibles que somos todos, no solamente a las políticas de nuestros gobiernos de turno, sino también a las políticas y cambios de rumbo de los bancos centrales.
Y que la única forma que tenemos de protegernos es crear una base de ahorro sólida, incluyendo productos financieros alternativos como pueden ser el oro o el bitcoin, además de los típicos fondos de inversión indexados.
Nunca es tarde para empezar, siempre es momento de ahorrar.