Capítulo Seis: hay quien dice que fui yo.
Sigo aprovechando los ratos libres que me brinda mi viaje a la Lombardía italiana.
Hay quien dice que fui yo, el primero en olvidar
Tuve que salir, emigrar e irme de mi país.
Es una pena que me tenga que explicar, el cielo no me lo pidió, pero dicen que una canción nunca acaba sin ser la promesa que la alumbró.
Era un mar con oleaje, y una marea que siempre me dará el frescor necesario al recordarla. Nunca digas nunca, es un dicho que hay que tener presente, porque en Perú tuve que aplicarme y bien, si no quería probar el dulce picor de los sabores y colores que me ofreció.
Una eterna primavera y una gente creyente en la amistad, en la familia y en general en los buenos valores, diciendo adiós a los malos. Con eso me encontré y no me puedo quejar.
La razón que me llevó, fue una equivocación, y ahora aunque me cueste de olvidar, siempre la tendré presente porque es lo que me ha dado siempre los ánimos y la fuerza al despertar.
En resumidas cuentas, mi padre un día me llevó a un psiquiatra, y unos años más tardes le sentó mal madrugar, y me llevó a firmar mi sentencia ante un juez.
Con eso digo todo, y mientras tanto, en el exilio me he dedicado a disfrutar y a no olvidar. En el Perú se llaman causas a las amistades, y con demasiada razón. Tuve unas cuantas de las buenas.
Porque no es lo desconocido lo que te hace sufrir, ni tampoco los silencios del amor fraterno.
El viento soplaba fuerte, queriéndome aspirar y revolcar mis lentes de contacto. El viento. Nunca lo llevé bien. Madrugaba mucho, como nunca.
Un sol animoso y servicial te da la bienvenida a diario, y bien pronto, invitándote a madrugar, Huanchaco está situado en latitudes amazónicas pero frente al mar, dentro de un secarral, donde se fabrican los caballitos de Totora que tanto disfruté, tanto mirándolos como domándolos.
El agua está siempre congelada y aquel día no fue distinto, mi piel se me encogía mientras un sabor a sal me salpicaba de lo lindo.
- Tienes que adelantar el pie izquierdo, así no se hace.
A veces uno se empeña en ir contracorriente y pisando mal. Si alguien tiene razón, hay que dársela pronto y obedecer.
Max, se llamaba mi instructor, y conjuntamente con su madre, regentaban un hospedaje al estilo hostel, y desenfadado, con una comida barata para chuparse los dedos que te quitaba, o mejor dicho, te aportaba el sentido.
Tardé en ir a clases, y fue por lo primero que he dicho, la vista y mi visión. Al cumplir mi mayoría de edad me detectaron queratocono. No es algo grave, simplemente te instala un astigmatismo muy severo, que al ponerte las lentillas se te olvida.
Lo que ocurre, es que por entonces las lentes eran muy pequeñas, me las ponía con mis dedos. Se rompían o se perdían con frecuencia, normalmente siempre en épocas de estrés, o cuando alguna persona cercana me gritaba o me afligía verbalmente.
En Lima encontré a un doctor de los buenos llamado Severo, que me arregló el desvenir que me tuvo alejado de los ordenadores y pantallas por casi tres años. Un descanso muy reparador, que me inspiró buenas ideas y nuevos proyectos que serían un cambio de juego, como dicen en inglés, años después.
Sencillamente estaba cansado, necesité airearme y disfrutar de la vida que sólo es una, o eso quiero dejar anotado, ya que como buen creyente, dudo de todo pero conservo la Fe.
Él fue el pilar desde que lo vi. Un animal, un compañero y un feliz doctor. Que me aplicó sus vendajes con lametones y mi medicina me la daba directa al corazón con demasiado amor.
Boby, tengo que escribir su verdadero nombre, y no ocultarlo, como he hecho con otros personajes de esta historia.
Me estaba esperando en la orilla, mientras divisaba una cría de pelicano, con la que jugar, les mordía pero no apretaba. Y ellas se dejaban querer al igual que él.
La sal se te queda incrustada, y el pelo se llena de hongos, así que tienes que secarlo muy bien en cada lavado.
- Que te vaya bonito, suerte para esta noche.
María, una preciosa argentina de la Patagonia, y mi compañera de surf. En America la gente en general te desea lo bueno, no como en mi país, que si lo hacen, aún están pensando lo contrario en sus adentros.
- Estoy en contra de esto que has montado, y por supuesto siempre estaré en contra de cualquier emprendimiento que hagas.
Hay momentos, y hay frases que se adhieren a tu mente tal como un hongo en la piel. Y lo peor es que nunca se van.
Me fui de mi país para poder sanar y para así intentar olvidar. Estaba durmiendo, pero esa pesadilla recurrente me dio la campanilla para despertar.
Las sombras inundaban mi habitación, Boby se me lanzó a mi boca y tuve que retirarlo entre abrazos y demandas de atención.
Tuve precisamente que levantarme con mal pie, porque sentí la grasa y un crujido feo en mi pie descalzo. Era una cucaracha, la recogí y me fui para al baño a asearme.
El agua salía muy caliente, el sol se había pronunciado bien ese día devolviéndome galones del agua que precisaba.
Me perfumé bien, es algo que tenéis que entender los machos, si te quieres diferenciar del resto empieza por elegir una buena colonia para el día a día, y un perfume rebuscado para las ocasiones especiales.
Yo uso Fahrenheit de Dior, me da un toque dulce y suave que inspira los pétalos secos del otoño. Es irresistible para cualquier persona que esté alrededor, da igual que sea mujer u hombre.
Siempre me preguntan por la referencia, pero aún así muy pocos la usan.
Se hizo un poco de rogar, pero llegó.
- Hola mi amor, ¿cómo has estado?
Las latinas son muy melosas y buenas compañeras, pero hay que elegirlas sabiamente, porque ellas nunca usan su cartera. Así que hay que decantarse por una que sea muy bonita y que mire por tu bolsillo.
Esas son las difíciles de encontrar, te lo digo yo que en mi estancia allá, tenía hasta miedo y solía cerrar la puerta demasiado bien.
El miedo del acoso de algunas. Tenía que hasta bajar el timbre de la voz, para que no me oyeran el acento castellano.
Las peticiones de amistad en mis redes a veces ardían. Era un poco problemático, no os voy a engañar, pero la sensación de poder y disfrute que embargaba mis noches pagaba con creces todo el sufrimiento.
Así que sí, fui yo el primero en olvidar, pero no soy responsable de cómo se sienten los demás.
La culpa es un sentimiento muy cancerígeno, y hay que expulsarlo cuento antes.
Y precisamente eso fue lo que le hizo regresar a mi tierra, un cáncer, pero de eso hablaremos unas líneas adelante.