El blanco es el color de mi tierra. Si no os lo he dicho aún, lo siento. Sí, soy andaluz, o al menos mis padres lo son.
Yo nací en el exilio. ¿Pero qué es la patria? ¿Qué es ser español, o francés?
¿Eres etéreo? ¿Eterno? ¿Crees en la muerte?
La gente que piensa que somos almas atrapadas en un cuerpo de la dimensión física…tengo una pregunta: ¿también naciste? ¿Quién te creo?
¿Ya estaba, antes de yo salir del vientre de mi madre?
Diréis qué es el verde, pero Andalucía lo es todo, ya lo decían los árabes y musulmanes que nos dieron nuestra raíz, el blanco es el símbolo del todo, el color de la luna, con su pronombre masculino en lengua beréber y símbolo del bien.
Siendo el sol lo malo y lo opuesto, es por eso que cristianos y moros, no se han llevado bien, aún habiendo Mahoma bebido de la Biblia.
El reino andalusí, potenciado por Córdoba y Granada, fue la cuna de España. Ibn Jaldún nuestro primer gran filósofo y pensador español, porque España define el nombre de una nación ya divida entonces.
¿Son ellos menos andaluces?
En nuestro tiempo y siempre, la riqueza se obtiene tomándola. La conquista nunca es suma cero, porque se derraman vidas, siendo la muerte lo único que la valoriza.
¿Cuántos mártires caídos? Pisando el verde y respirando el mismo aire mientras desde el pinsapar se divisa como las aves se llevan sus presas al otro continente, otro pedazo más de tierra, pero menos verde.
- Yo no he dicho nunca eso, a mí no me mires así.
Apostilló Juana, una amiga de facultad, de una carrera que no terminé. Pero que me dió las bases y los muebles mentales necesarios para estar con los pies en la base necesaria, y así sintonizar las receptivas ondas del pecado carnal al que ellas me sometían.
Nunca seré bueno mintiendo, no es por nada.
- Si me mientes procura hacerlo bien. ¿De qué te sirve luego igualmente confesármelo?
Aquello no estaba empezando nada bien. Había que reconocerlo. Las malas energías ya se empezaban a transferir a la otra mesa de la cafetería de la facultad.
Empecé a estudiar en la Católica de Ávila, becado por mi diócesis, luego al ver que aquello no era lo mío, me cambié a Topografía, que resultó ser aún peor.
Siempre quise ser cartógrafo, pero la topografía es la ciencia del error, y yo fui otro más a sus espaldas.
En cambio, primero de Filosofía fue un resplandor de rostros nuevos, secretos en forma de notas con corazón, y consejos con la cruz.
Por supuesto que no me arrepiento, pero solamente visto ahora en retrospectiva. Debí haber estudiado lo que realmente me gustaba, Física o Matemáticas.
En aquel momento, la ciencia informática dotaba de unas oportunidades sin parangón, y los físicos junto a los ingenieros de telecomunicaciones se llevaban las grandes ofertas y oportunidades laborales.
Pasaba algunas tardes junto a un profesor, del que me hice amigo y que siempre me ha generado buenos consejos.
José Pascua, me invitaba a su casa, para repasar conceptos, jugar al ajedrez y cuidar de sus palomas.
Era un gran amante de las aves, tenía un gran palomar, donde las alimentaba y ellas aprovechaban para salvaguardar a sus crías del frío invierno de Ávila.
Estaba al tanto de mis esfuerzos en casa, de que tuviera que coger el tren a diario para venir a estudiar y de tantos otros malabares a los que me acostumbré satisfecho.
- No cedas a la desilusión del no querer saber.
Esa frase me estuvo rondando la cabeza toda la semana y se volvió a aparecer en un sueño tricolor.
La luz martilleaba mis pupilas, y el olor a café traspasaba la frontera de mis sábanas, mientras peleaba por alargar mi sueño.
Del desorden del que permanecía presa constante mi habitación, y que sólo recogía, para recibir y alargar las visitas de mis amistades. Ese desorden natural al que siempre he optado, hace que me obligue a mí mismo, a solucionar la trivialización del estudio y cotidianidad.
No me gusta ser desordenado, pero puesto a verle su ventana de oportunidad tan amplía, siempre me ha obligado a emplearme más a fondo.
Y eso no es cualquier cosa, he tenido que trabajar muy duro para lograr los mismos resultados que el resto.
Mi hermana Carmen se estaba terminando de tomar su café y me miró con cierto desdén, supongo que la tuve que molestar anoche.
- Papá te ha dejado aquí las llaves del coche, tienes que llevarlo al taller.
En esa época mi padre tenía dos trabajos, se le veía poco por casa, y yo tampoco solía estar más que para dormir.
Terminé de desayunar una tostada con aceite y tomate, y me abroché el abrigo mientras vi como se caía una carta desde la repisa de la entrada.
Su remitente estaba huérfano, tal como nosotros. Así que adiviné rápido de quién se trataba.
Estaba enferma, y preguntaba por nosotros, desconozco cuánto mis padres se comunicaban por correspondencia, estimo que poco, pero ya era más que la nada a la que nos tenía acostumbrados.
Siempre recibíamos una misiva de navidades y nada más.
Fue una lucha, el saber querer más acerca de ella y por qué tuvo que renunciar a nosotros, siempre fue un trauma al que tuvimos que enfrentarnos desde muy pronto.
Mis hermanas la buscaron, y mi trabajo era disuadirlas.
El mecánico no esperaba, así que tomé el ascensor rumbo al garaje, el sol era tenue en un día excesivamente nublado.
Los cláxones abarrotaban las avenidas mientras Peces de Ciudad sonaba en el casete.
Me prometí que siempre nos quedaríamos fuera de esa lucha, aunque ellas se acercasen, nuestra vida no iba a cambiar a mejor por ello, y eso hice siempre.