Capítulo 8: sedúcelas
Otro capítulo más, ahora sólo me queda terminar de escribir mi ensayo y tenerlo listo este próximo mes de Abril.
Amarse a sí mismo es necesario. No siempre me he profesado el mismo amor, he tenido épocas oscuras y sombrías de bastante depresión, pero aún no llegamos a eso.
Antes comprometerme con Lurdis salí con muchas chicas, y menos mal. Menos mal, porque en mi relación anterior estuve casi ocho años atrapado, en los cuales cedí tanto, que hubo momentos en los cuales no me reconocería ahora. Agotador.
Ana, así se llama la primera muchacha con la que salí en el país dorado. Perú es un país tremendamente rico, por sus suelos, por sus gentes y por sus costumbres y tradiciones. La comida exquisita, y los precios, qué puedo decir de los precios. Acostumbrado a pagar casi cuatro veces más por todo, llegar allí es otro ritmo, es respirar de una forma tranquila y pausada, donde a veces las preocupaciones ni llegan a aparecer.
¿Qué desean los señores?
Por favor, un pollo para los dos, una Inka Cola para ella, y para mí una Trujillo bien helada. Ah, y nos pones una causita como la que están sacando a aquella mesa.
Cenamos bien, allí el pollo se come de noche, para cenar. Las pollerías sólo abren tarde y con la anochecida. Disfrutaba mucho, y bueno sigo disfrutando, para hablar en presente, me encanta el ritmo de vida que se respira en estos países, ya que invitan a disfrutar, a contemplar, y a ver con ojos bien abiertos a todo y a todos.
En Europa nos creemos dueños de la verdad, pero hay que salir de allá, dar el paso, el choque cultural al principio es grande, y con casi todo se me quedaba la boca abierta.
Con ella también, en nuestra primera cita me llevó a la Iglesia, a misa, y me hizo una serie de preguntas, que creo que aprobé con nota. Si no, no nos estaríamos tomando esa deliciosa comida aquella tarde de febrero después de un día excesivamente caluroso.
Le sonó el teléfono y le cambió la cara de inmediato, se levantó y se fue a un lugar más tranquilo, mientras yo veía como se llevaba las manos a la cabeza en un gesto de gran preocupación.
Lo han golpeado en la cabeza, tengo que regresarme.
No sabía de quién me hablaba la verdad, así fue como me enteré de que tenía un hijo de ocho años.
Me cayó mal el tema, y no porque se tuviese que ir. Sino por el niño, Ana, que era una mujer preciosa, bien cuidada y lo mejor de todo, abogada. No sé cómo, pero tras ella, las dos siguientes también fueron de leyes y magistratura.
Y fue eso, sentir para mis adentros, de que no iba a durar mucho más. Yo ya no estaba para juegos, quería conocer a la madre de mis hijos, ya tenía mi treintena bien cumplida y mi expectativa era conocer a una mujer con quien ser padre, y aunque efectivamente no hay ningún tipo de problema en conocer a una madre divorciada, no entraba en mis planes.
Me fui a casa, y no volví a responderle al teléfono, ni a sus mensajes. Apareció casi tres semanas más tarde.
Mientras tanto me dediqué a mis verdaderas pasiones, la lectura, la música y el deporte. En Huanchaco aprendí a surfear, aprendí mucho de anatomía, ya que aprendí mucho sobre cómo entrenar.
Armando se juntó conmigo por interés, me di cuenta de inmediato, y él tampoco se escondía de no reconocerlo. Al revés hacía gala de ello, para que siempre yo fuese el que pagara la cuenta. Pero a cambio aprendi de uno de los mejores.
La verdad que sí sabía. Era un limeño, exiliado tal cual yo, sólo que él seguía cerca de su casa y permanecía en patria. Con los cincuenta ya cumplidos, tenía un cuerpo trabajado y unos brazos como piernas.
¿Tendrás un poco más del colirio que me diste ayer?
Y se lo di, entre el sol y el viento, los ojos sufren allí, hay que siempre protegerse bien la vista, y él no lo hacía. A pesar de que decía que era médico. Yo nunca me lo creí, pero tampoco puedo negar que no lo fuese. Sus conocimientos los tenía, pero luego por otro lado se le escapaban demasiadas cosas.
Un narcisista tremendo, un manipulador, y una mala influencia que me hizo desprenderme de las mujeres de mala manera, simplemente por imitación, ya que yo nunca fui así. Me avergüenzo de muchas cosas que dije e hice, pero bueno ya no puedo volver atrás, intento ser lo más directo y claro, así como fiel a los hechos que ocurrieron, y que me han configurado lo que soy ahora.
La mentira se pone muchos trajes distintos, masculinos y femeninos, y en todos ellos abundan las mismas caquitas que recogen las moscas, es decir, las mismas razones, si es que se les puede llamar eso. La envidia, los celos, la inferioridad, la maldad.
He sido víctima sistemáticamente de mentiras ajenas, en algunos casos no me he podido defender como es debido y espero que el tiempo me dé la razón para ello.
Mi padre murió sin poder decir todo lo que tenía que decir. Yo no lo haré, pienso que si alguien es capaz de incorporar la mentira a su vocabulario y a su lenguaje diario es porque lo desea, a veces es para impresionar, puede que sean medias verdades o medias mentiras, pero otras veces no.
No, no está permitido mentir descaradamente, de continuo y tergiversando la realidad y siempre de forma rezagada, porque el que miente de forma maliciosa, se asegura ciertas cartas y cierta distancia, y estas cartas que cada vez suben más la apuesta hasta límites realmente feos y asquerosos.
Mentiras de ese tipo son las que me llevaron allí, a Perú, a tener la voluntad de exiliarme porque no aguantaba escuchar de forma cercana a ciertas personas, pero sobretodo a una.
La mentira repetida con frecuencia no es voluntaria, por tanto: ¿por qué perdonarla?
¿Cómo te atreves? He tenido que venir aquí a tu casa a aporrear tu puerta después de tres meses de relación. ¿Por qué?
No respetó las reglas del juego, ocultar un hijo durante todo ese tiempo es casi como negarlo.
Nada me llenaría de más orgullo que ser padre, como para no contarlo o mencionarlo.
Fue una tarde realmente mala, tuve que darme una larga ducha, sentarme, pisar bien el piso y salir a la calle con Boby, respirar el aire del mar, pero no notaba cómo me refrescaban las ideas y mi cerebro fluía en contradicciones, queriendo perdonarla y darle una nueva oportunidad.
Eso me obligaba a tener que dejar de salir con otra muchacha que estaba frecuentando mi casa últimamente, y podría crear innecesariamente una situación de la que luego me costara salir.
Soy firme creyente en el flechazo, no sé si os lo he dicho antes, pero sí, es vital, al igual que nunca tuve buena espina de Armando, siempre suelo llevar mis relaciones a más, ponerles pruebas, intentar expulsarlas y ver cómo reaccionan, en definitiva quiero que me demuestren lealtad cuando surgen los problemas.
No todas las personas están hechas para ello, no. Pocas aguantan el tirón, tanto en lo profesional como empresario como en el plano personal.
Yo lo doy todo, así que exijo que ellas también, y hablo de ellas porque amo a las mujeres, a su esencia y feminidad, que me enamoran, que me dan alas, que me revolotean, me suben, me bajan, y que me dan aire del que respirar y ser consciente de la extrema responsabilidad y sosiego con el que toda decisión debe ser tomada.
El día empezó tanto a nublarse como a cerrarse en la negrura de un atardecer demasiado rápido, pero estábamos cerca del ecuador… Boby me trajo varios palos, que se los estuve tirando durante media hora hasta que ya era demasiado oscuro como para poder jugar.
Pasé por la farmacia, subí a casa, me preparé la cena y me puse a escribir en mi despacho. Cuando me sentí satisfecho me fui para la habitación a responder los mensajes de mi teléfono y me acosté con la gana de poder descansar.