El dolor más pero más intenso que conozco es el dolor de barriga. No es el dolor de huesos. El sistema digestivo es muy porculero, además te quita el hambre, o te la da, o peor aún, te cagas por las patas para abajo sin remedio y con hambre.
Encima está mal visto, la gente se ríe de él, y saca un chascarrillo estupido, mientras pone una sonrisa tonta mirando de reojo. Su cigarro, pero por supuesto sin antes haberse visto los dientes al espejo, eso por supuesto si es que con suerte se los lava una vez al día.
No aguanto al tabaco, la marihuana y la hierba tiene un pase, por encima te coloca un poco y te crea sensación de felicidad y paz aún sin fumar, teniendo a alguien al lado que lo haga pues está bien y es suficiente.
Si algo me enseño mi padre es a decir no a las drogas, eso y la educación moral cristiana de nuestro colegio.
La vida no es justa, la vida trata sobre la verdad y las verdades, porque mentiras hay tantas, y excusas a millones, que es mejor ir de sordo por la vida, cerrar los labios y sonreír aún estés escuchando la burrada más grande del mundo, y si te lo dice un cuñado de esos de los que se ponen su palito entre los dientes para sacarse y remirarse la mierda que se han dejado atrás pues ni te cuento.
Sublime, pones una sonrisa pícara y asientes a todo sin criticarlo lo más mínimo, dejándolo hablar, escuchándolo y asintiendo como un tonto, o a un tonto, que no es lo precisamente lo mismo, es decir, poniéndose a su altura, a la altura del cuñado con gafapastas, Mercedes o BMW, o Ford de Km 0, pero financiado al máximo y con todos los extras posibles, que no le falte lo más mínimo.
Mientras tú coges tu paraguas, dices adiós y te vas a casa caminando, sabiendo que te espera una leona en la cama preciosa con ganas de mucho sexo. Y en cambio él recurre al bar para alejarse de su mujer, la que no le toca ni con un palo, gorda, fea y con hongos vaginales. Luego le echará la culpa de que los hongos son de sus pies, de los pies del cuñado con su charo.
- Le han quedado cuatro. ¿Qué hacemos con ella?
-Y yo que sé, ya bastante tengo yo con lo mío y el taller, ¿no eres tú la que se encarga de la escuela y esas cosas?
Ella lo mira, le pone una cara de espanto mientras remueve la sábana y la colcha, y trayéndose los dedos disimuladamente mientras se huele el último pedo que se ha tirado por lo bajini.
Suena el timbre, pero ninguno de los dos abre.
Salía el sol en Madrid ese día. Ese catorce de mayo fue un día que nunca olvidaré porque tomé conciencia de ciertas cosas que siempre me acompañaran, fue el día que empece a aprender a callarme, porque uno nunca termina de aprender ni de agarrarle el truco a algo al cien por cien.
La verdad es que nunca acabé de comprenderla, ya estábamos creciditos, no éramos unos niños.
Pues bien, ella siempre ha sido igual, nunca ha cambiado en eso, nunca le he oído pedir perdón, o disculparse, es muy señorita ella. Demasiado. Nunca. Es mi hermana mayor y la quiero demasiado, más que a nada en el mundo diría yo, pero…
Siempre ha estado acostumbrada a que le regalen el oído, ella no te pone los labios al darte un beso, o dos besos, sino que acerca la cara para que le besen, en fin, una princesa, o una erre en toda regla, acostumbrada a que desde niña le hayan endulzado el oído con halagos, elogios, por simplemente haberle tocado la lotería genética de ser guapa.
Ese día también aprendí otra de las cosas que siempre me han acompañado en vida mujeril y sentimental, aunque no me di cuenta en ese momento, fue más tarde.
Es mejor nacer feo, ser inferior a los otros.
Eso te hace tener que luchar siempre mucho más, superar a los demás, conformarse, conformarse con un último puesto y no sentirse mal, porque dentro de uno mismo, sabes que lo puedes hacer mucho mejor, y prefieres ir por libre, a tu bola, y no llamar demasiado la atención con tu toma de destrezas, lo dejas reservado para cuando realmente haga falta.
Así que sí, nacer bello, bella, o por encima de la media, es más bien una gran desventaja, y el problema es que te condiciona tantísimo que pasan y pasan los años, y no te has dado cuenta de nada, no has tomado conciencia, y ella sobretodo
- Le tienes que amargar más que una almendra de las malas -
- ¿Cómo? No me entero tía.
No hay otro secreto, y me lo dijo una monja de clausura. Entre mujeres se conocen bien, conocen la competición desde muy pequeñas, se desarrollan antes que nosotros, las puedan violar, las matan antes, llevan sufriendo toda la vida, estamos a las puertas del siglo veintidós, y seguimos igual, ya hemos dado por culo demasiado tiempo, ¿les toca a ellas ya? ¿o no? Abranse paso, llegan las reinas y princesas.
En efecto, no existe otro secreto, todo se reduce a la frase tan fervil y misógina que he escuchado miles, sino millones de veces de estúpidos con el pene más pequeño que una cajita de fósforos.
Criadas o princesas, la verdad es que no la quería escribir aquí, pero bueno las verdades son eso: amargas, incomodas, segundonas, últimas, lo que sea que sean, pero son verdades, son verdad en definitiva y es lo único que importa.
He llegado a disfrutar tanto de este arte, que me quedo mirándolas fijamente, mientras hablo suavemente, modifico mi entonación creo unos ritmos bipolares ante sus ojos, ante sus vellos, tal como mi primera chica lo hizo conmigo, ver su orgasmo, ver como se retuercen incómodas mientras las gotitas recorren su sexo, y tal como yo ese aquel día fui demasiado precoz y me derrumbé también y ella mi maestra un poquito mayor que yo.
Otro día me puso un croquis, y encima delante de sus amigas, poca broma.
No sabes comer un coño, aquí tienes un dibujo.
Lo había sacado de internet, me estaba mostrando su teléfono mientras hacia la comida, comida que por cierto le sabía asquerosa, pero bueno, era comida al fin y al cabo.
Así, con esa verdadera brutalidad estábamos comenzando y empezando con aquel domingo.
Yo solía despertarme tarde, y aún era un puto pardillo que se daba cuenta de todo tarde, y eso que tenía a todo un padre putas de amigo, bueno a ese llamarlo amigo, quizás es un osado privilegio que no se merece, cuántas veces me habrá traicionado esa Dé, Doroteo, el dorotis, pero de ese verdadero sinvergüenza, al que igualmente amo hablaremos en el siguiente capítulo.