#205: El Migrante, capítulo 1
Mi primer libro. Nuestra historia, nuestra primera startup, nuestra primera fundación... empieza con esto.
Capítulo: Huanchaco
Este iba a ser el plan de los planes, el plan con el que me haría millonario, el plan con el que nunca sucumbir, el plan con el que ser la envidia de todos y con el que mis propios me podrían felicitar ya por fin; sentirse orgullosos de mí, o al menos congratularme, o algo por el estilo.
Pero ni cerca, ni cerca se quedó de lo que yo tenía planeado en mí mente, más que nada porque era un plan a diez o quince años vista, y se resolvió en unos seis meses.
Seis meses duró mi última aventura, de la que menos orgulloso estoy, la que más miedo me ha dado, la que más veces me ha empujado al límite del otro lado, la que me hizo dormir en la calle, la que me costó el disgusto de casi todos mis familiares, y por la que si tuviera que volver atrás, lo haría de nuevo, por simple convicción de mis principios. Y no, para excusa con la que poder deshacerme de mis amigos. Y nunca para que mis familiares tiren la toalla por mí, que creo que fue hace ya un rato, pero que cada vez que me expongo me los encuentro ahí.
Así que…¿para qué necesitas ser tu millonario? ¿Tan importante es?, con estas palabras, con estas dos preguntas me tambaleó mi hermana todo mi mundo interior, todo mi saber y todo mi querer hacer.
Pero es que es mucho mejor tener a alguien fuera del túnel que te esté esperando, a tener el túnel, por muy rico y por muchos diamantes que contenga. Porque esa es otra, en esta aventura, hasta una piedra preciosa encontré, cuando con ahínco me dispuse a tapar mis huellas y mis pistas, mis pertenencias y hasta mis audífonos, porque soy sordo de nacimiento, bipolar por méritos propios, y cabezón por valentía.
Los azares se han vuelto tan oscuros, que prefiero con toda mi alma tener ese alma que te encuentra tras el túnel, porque todo lo demás sobra, total me puedo limpiar yo solito mi culo, me sé cocinar, y además mis audífonos ya son bluetooth por lo que puedo tener llamadas de teléfono , sin tener que molestar a otra persona que me ayude en el proceso. Porque molestar, confieso que he tenido que molestar, y demasiado, pero es que a veces no lo puedo evitar. Y que conste que esta vez ha sido tan grave, que hasta estoy ahorrando para librarme del delito que no cometí, y asqueado del que sí cometí.
Soy un migrante, no soy un nómada, a todo el mundo cuando le explico mi proyecto Migro, les hago énfasis en que no soy un nómada, porque los nómadas tienen algo de tiranos.
Y yo, como no me considero a mí mismo un tirano, prefiero ser migrante y estudiante, a los ojos de los demás, en un país extranjero que me ha tratado con la mayor de las delicias, que me ha dado las mejores de mis experiencias, felicidad por un rato, pero como reza mi sagrado Sabina: “En Comala comprendí, Que al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver.”
En Huanchaco comprendí que simplemente no fue, sino que más bien Huanchaco será.
He vuelto ya por segunda vez, y no sé si habrá tercera, si es que la hay tendrá que ser muy planificada, para no sentirme ni estúpido, ni desnudo, ni payaso ni bufón de los de refrán, al menos con mi familia.
Porque un día de esos, de los que los hay pero no debieran existir, mi papá presionó para llevarme a un psiquiatra, ponerme un papelito de diagnostico, y otro día, de los que tampoco debieran de existir tanto mi papá como mi mamá presionaron para que un juez me quitase de pleno derecho mi tutela en el ámbito económico, la incapacidad para trabajar legalmente en mi país también llegaría por mano de ellos.
Pero es que no son perfectos, ahora con mis treinta y cinco añazos que tengo, es que los comprendo porque yo sí hubiera hecho lo mismo, pero solamente la primera, yo sí me hubiera llevado a un psiquiatra pero tal vez no a un juez, eso no.
A cierta edad yo desconocía que mi abuela paterna se había suicidado, y que me tío el mayor, también paterno también lo hizo. Así que puedo comprender y empatizar con mis padres lo que hicieron por mí, y que en su honra tengo tan buena pensión como la que dispongo, que me hace poder tener un sustento fácil sin tener que trabajar un solo día del mes.
Pero es que os confieso, que a mí, lo único que me gusta es trabajar, entonces para qué sencillamente tengo esa contraprestación que nunca creí que iba a necesitar.
Porque además soy un superviviente, y no uno de esos de lo pueden decir por decir, soy un superviviente de los raros, un suicida frustrado.
Porque los límites me han tenido como la noche le es al día, parejos como pocos. He estado a punto de morir de tantas maneras, que ya un buen amigo me dijo que es yo sencillamente no sé morir.
Más adelante iré descubriendo de forma amena las historias que me han mantenido despierto en mi pertinaz lucha de gigantes.
Y gracias a Dios que así sea, que esté vivo, porque aquí ando y sigo haciendo lo segundo que más me gusta, contar mi cuento, escribir mi primer libro publicado, que ya es mucho.